Por Federico Pujol
Él salió en
libertad hace 4 meses, mientras busca trabajo sale a robar para comer.
Tiene 31 años, es bajo y delgado. Tiene un tatuaje en el brazo: el nombre
de su madre. En el 2007 salió a delinquir por primera vez luego de ser
despedido de su trabajo. Dos años después fue detenido por la policía cuando
conducía un auto robado. Fue condenado a 4 años de prisión.
La primera noche en el penal tuvo que hacerse respetar para no pasarla mal.
Adquirió nuevos conocimientos en cuanto a la actividad delictiva: entró
sabiendo robar un auto y al salir sabía robar una casa. No le gustaba la
comida, pero no tenía otra opción.
-La comida es fea, pero lo más difícil es acostumbrase a comer tan
temprano, la cena es a las 19 horas y a las 24 te despertás del hambre.
Cuando salió en libertad lo esperaba su familia, pero la felicidad no duró
mucho tiempo. Esa misma noche se enteró que su mujer volvía a su Corrientes
natal llevándose a sus hijos.
-Cuando salí le prometí a mi señora que no iba a volver a caer, espero
seguir esa promesa.
Suena una alarma en su celular, en 30 minutos serán las 16 horas, horario
pactado con su hija más grande para hablar por red social.
Tiene tres hijos, la más grande tiene 9 años, la del medio 7 y el más chico
5. La mujer no quiere que los vea, por
eso se conecta todas los días al Facebook en el ciber del barrio para poder
hablar con ellos. Hoy va a probar hablar por cámara web.
-No sé ni cómo se hace eso, espero que el pibe del ciber me ayude a
conectarlo.
Todos los días sale a buscar trabajo. Hoy en día hace changas de plomería,
gas y electricidad, pero no le alcanza para mantenerse.
-Sigo robando de vez en cuando, tengo que comer, nunca me violento con
nadie igual, lo que más deseo es encontrar trabajo ya.
Vive en una modesta casa de material que está construyendo. Cuando la
termine quiere pedirle a la mujer que vuelva con sus hijos para vivir juntos.
No quiere que en el barrio se enteren que estuvo detenido, le da vergüenza esa
parte de su vida y prefiere esconderla.
Vuelve a sonar su alarma, ahora sólo faltan 5 minutos para poder hablar con
sus hijos. Está inquieto, emocionado y apurado. Se peina y se perfuma para el
encuentro tan esperado.
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