Por Federico Artigau
A simple vista parece un rockero, con su pelo largo, jeans, un pucho en la mano y su moto. Carlos es un hombre comprometido con la causa de la inclusión social de los presos psiquiátricos.
A simple vista parece un rockero, con su pelo largo, jeans, un pucho en la mano y su moto. Carlos es un hombre comprometido con la causa de la inclusión social de los presos psiquiátricos.
Carlos tiene 56 años, bigotes y pelo largo canoso que lo luce con una cola de caballo. Es psicólogo social y Operador Socioterapéutico en drogadicción. Junto al equipo de la Universidad Popular de Enseñanza coordina diferentes talleres en las cárceles neuropsiquiatrías. Combinando su profesión y vocación con el afán de cambiar las realidades de estos presos tan particulares o como a él le gusta llamarlos “talleristas”, es
que realiza estos trabajos hace muchos años.
-Nosotros trabajamos la cuestión creativa y el arte como herramientas de trabajo, entendiendo la creatividad como sinónimo de salud mental.
A los 14 años trabajó en una verdulería. Una de las tareas que realizaba era ir al mercado a buscar la mercadería todos los días.
-Nunca entendí los horarios del mercado, pero tenía 14 años y no me importaba ir sin dormir.
Los talleres de literatura, pintura y música empezaron a dictarse en el hospital de Melchor Romero. A partir de 2010 empezaron a darse en las cárceles. Primero en la Unidad N° 10 de La Plata y gracias a un convenio con el Servicio Penitenciario Bonaerense, ahora se dan también en las unidades 34 y 45.
-Al principio fue difícil entrar, pero una vez que los guardias te ven llegar y trabajar, te empiezan a respetar y a valorar el trabajo que hacés.
Los talleres tienen el fin de ayudar, modificando la subjetividad del tallerista. Centrándose en potenciar las diferentes habilidades que tienen ocultas. Cambiando, sobre todo, la mirada que ellos tienen de sí mismos, haciéndoles ver de lo que son capaces de hacer, fortaleciendo la confianza en sí mismos, generando ganas de superarse y fortaleciendo lazos sociales.
-A ellos siempre les dijeron que no eran capaces y que no servían. Lo que nosotros intentamos hacer es cambiar esa realidad.
Su vida estuvo atravesada por la tragedia: su madre sufría una enfermedad psiquiátrica que la llevó al suicidio y su padre era alcohólico. Estas circunstancias forjaron su vocación por la psicología y lo social.
Se define como un tipo de izquierda. Da clases y charlas en la propia Universidad Popular de Enseñanza. Allí se dictan cursos y seminarios de acompañante terapéutico, psicología social en discapacidad y salud mental.
-Yo creo en los cambios pequeños que puede hacer uno desde su lugar, desde su laburo, son chicos pero más concretos.
Estos cambios los ve reflejados en la evolución de los talleristas que aprenden a relacionarse con los demás, crean vínculos, y aprenden artes y oficios. La mayoría de estos talleristas están detenidos bajo el
Artículo 34 del Código Penal. Es decir, están sobreseídos, no tienen causa. Están encerrados por tiempo indeterminado hasta que la junta evaluadora decida que están “sanos” y aptos para vivir en sociedad.
-Es como una cadena perpetua, sabés cuando entrás pero no cuánto tiempo.
Aunque puede parecer un tipo recio, Carlos es una persona cálida, comprometida, solidaria que desde su lugar cambia todos los días la realidad de las personas con la que trabaja.
que realiza estos trabajos hace muchos años.
-Nosotros trabajamos la cuestión creativa y el arte como herramientas de trabajo, entendiendo la creatividad como sinónimo de salud mental.
A los 14 años trabajó en una verdulería. Una de las tareas que realizaba era ir al mercado a buscar la mercadería todos los días.
-Nunca entendí los horarios del mercado, pero tenía 14 años y no me importaba ir sin dormir.
Los talleres de literatura, pintura y música empezaron a dictarse en el hospital de Melchor Romero. A partir de 2010 empezaron a darse en las cárceles. Primero en la Unidad N° 10 de La Plata y gracias a un convenio con el Servicio Penitenciario Bonaerense, ahora se dan también en las unidades 34 y 45.
-Al principio fue difícil entrar, pero una vez que los guardias te ven llegar y trabajar, te empiezan a respetar y a valorar el trabajo que hacés.
Los talleres tienen el fin de ayudar, modificando la subjetividad del tallerista. Centrándose en potenciar las diferentes habilidades que tienen ocultas. Cambiando, sobre todo, la mirada que ellos tienen de sí mismos, haciéndoles ver de lo que son capaces de hacer, fortaleciendo la confianza en sí mismos, generando ganas de superarse y fortaleciendo lazos sociales.
-A ellos siempre les dijeron que no eran capaces y que no servían. Lo que nosotros intentamos hacer es cambiar esa realidad.
Su vida estuvo atravesada por la tragedia: su madre sufría una enfermedad psiquiátrica que la llevó al suicidio y su padre era alcohólico. Estas circunstancias forjaron su vocación por la psicología y lo social.
Se define como un tipo de izquierda. Da clases y charlas en la propia Universidad Popular de Enseñanza. Allí se dictan cursos y seminarios de acompañante terapéutico, psicología social en discapacidad y salud mental.
-Yo creo en los cambios pequeños que puede hacer uno desde su lugar, desde su laburo, son chicos pero más concretos.
Estos cambios los ve reflejados en la evolución de los talleristas que aprenden a relacionarse con los demás, crean vínculos, y aprenden artes y oficios. La mayoría de estos talleristas están detenidos bajo el
Artículo 34 del Código Penal. Es decir, están sobreseídos, no tienen causa. Están encerrados por tiempo indeterminado hasta que la junta evaluadora decida que están “sanos” y aptos para vivir en sociedad.
-Es como una cadena perpetua, sabés cuando entrás pero no cuánto tiempo.
Aunque puede parecer un tipo recio, Carlos es una persona cálida, comprometida, solidaria que desde su lugar cambia todos los días la realidad de las personas con la que trabaja.
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