Por Gisele Ferreyra
La Unidad N° 9 comprende 4 manzanas de
la Ciudad y tiene una serie de particularidades que no saltan a primera vista.
Los muros de la Unidad N° 9 pueden verse hasta a dos
cuadras de distancia. Esta cara fría se ve con claridad en dos laterales del perímetro.
En los otros dos, el penal nos regala una fachada más amable.
Sobre uno de los laterales está la entrada principal
de la Unidad. La fachada es un gran rectángulo de unos 100 metros de largo por
unos 30 de alto.
La puerta principal es de madera barnizada y vidrio
espejado. Con un marco de piedra “Mar del Plata” que sobresale del resto del
frente de paredes pintadas de un blanco viejo y descascarado. A cada lado están
las ventanas que conectan las oficinas administrativas con el exterior.
Sobre la calle 76, la unidad no está delimitada por
barrotes contenedores, sino por rejas decorativas, para nada oxidadas. Lucen un
color negro brillante que hace juego con el verde primaveral del jardín,
ubicado delante del edificio administrativo y dividido en el centro por el
pasillo que conecta la puerta principal con la vereda. El pasto exhibe un corte
prolijo y al ras, producto del trabajo de algunos presos que consiguen el
privilegio de ser jardinero extramuros.
A la izquierda del pasillo central, sobre una
escalinata hay un mástil alto del cual flamea la Bandera Argentina y la
Bonaerense que se encuentra inmediatamente por debajo de la celeste y blanca.
Cerca de la vereda, pero dentro del enrejado, hay
una garita de vigilancia donde se encuentra habitualmente un guardia
penitenciario. El termo, el mate y una bolsa de comida se alcanzan a ver a
través de los vidrios.
Sobre la misma calle, pero ubicadas fuera de las
rejas negras están las viviendas de las altas autoridades del penal. Son cuatro
casas revestidas por la misma piedra que la entrada principal de la Unidad.
Cada una con su pequeño jardín y sus grandes árboles sin podar que dificultan
su visión. Una de las casas tiene, en su patio lateral, dos arcos de fútbol
donde los hijos de la familia corren atrás de la pelota.
Hay una cancha de tenis exclusiva para las
autoridades penitenciarias que está entre las viviendas y los muros, justo
atrás del cajero automático público.
Fuera del enrejado, a ambos lados, se encuentra el
estacionamiento utilizado por las autoridades penitenciarias. Cada espacio
tiene un cartel con el cargo del penitenciario que dejará su vehículo durante
sus horas de trabajo.
En la esquina de la calle 9 hay otra garita de
seguridad. Los vidrios rotos, la pintura descascarada y el basural que lo
rodean dejan ver el estado de abandono de este lugar de vigilancia.
En la intersección de las calles 76 y 11 hay un
salón de fiestas de propiedad del servicio y destinado a celebraciones
institucionales o personales de los empleados. Inmediatamente al lado del salón
está la cocina del penal.
La cocina está tan cerca de la calle, que los
vecinos que caminan por el lugar perciben los olores e imaginan la preparación
de cada plato, que será consumido por los presos en los horarios establecidos.
En la cocina también trabajan algunos detenidos que
disfrutan de ver el exterior a través de las altas pero pequeñas y alargadas
ventanas.
Unos pasos más adelante sobre la misma calle está la
entrada de camiones del servicio.
Sobre las paredes de la cocina hay una inscripción
hecha con aerosol negro que repudia el sistema carcelario: “Jaula de gente”.
¿Quieren decir que la gente privada de su libertad es tratada como un animal? Esto no pareciera ser así al ver sólo la fachada penitenciaria, pero es
importante, a partir de este inscripción, saber que no todo es lo que parece.
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