Por Federico Artigau
Es madre de tres mujeres y un varón,
abuela de siete nietos, hermana, hija, psicóloga y empleada pública, pero sobre
todas las cosas, es una militante de la vida.
En los ´70 Perla Diez, como tantos otros de esa
generación que intentaba cambiar el mundo, militaba políticamente en la Universidad
de La Plata. Un día como cualquiera fue detenida y encarcelada en la ciudad de
Mar del Plata. Ese día, la perla del Atlántico no fue tan feliz.
En el verano de 1975 fue trasladada a la cárcel de
mujeres de Dolores, estaba embarazada, pero esto no impidió que la mandaran al
pabellón de presas comunes.
-Por suerte todavía no estábamos en dictadura, así
que la blanquearon de toque-, dice su hijo “el Sapito”.
Al poco tiempo la derivaron a la Unidad N° 8 de
mujeres de Olmos, pero esta vez al pabellón de presos políticos. Hizo muchas
amigas y compañeras con las que todavía mantiene relación. Allí nació su primer
hija: Lucía.
El médico que trabajaba en el penal lo hacía también
en el centro clandestino de detención “La Cacha” y se negó a atenderla.
Finalmente, sus compañeras detenidas la asistieron en el parto. A los pocos
meses, los abuelos de Lucía la sacaron de ahí y la criaron a su lado.
Jorge Mouras, el padre de sus dos primeras hijas: Clarisa y Lucía, era transportista, jugador del La Plata Rugby Club y hermano de los integrantes de la banda de rock Virus. Fue secuestrado en su domicilio de City Bell y todavía permanece desaparecido.
Su madre también fue una militante, tiene una hermana desaparecida y dos hermanos exiliados. La militancia y las ganas de cambiar el mundo corren por sus venas. Los ideales se transmiten generacionalmente como si fuera una herencia: hoy su hijo, también, es un militante político.
Perla estuvo presa hasta el ´82 y recorrió varias
cárceles, una de ellas fue la de Devoto. En el tiempo que estuvo detenida ahí,
con el resto de las presas políticas se organizaron en una especie de sindicato
sin importar procedencias ideológicas partidarias.
En ese mismo año fue liberada, pero controlada de
cerca por un tiempo. Al poco tiempo volvió a militar, pero esta vez en
democracia. Militó gremialmente en ATE, en la CTA y en la Agrupación de Familiares
de Detenidos Desaparecidos. Ahí fue donde conoció a quien sería, más tarde, el
padre de sus hijos más chicos: Eduardo “Sapo” Schaposnik, quien también fue un
militante político. La historia de “Sapo” es bastante parecida: estuvo preso y
la madre de su hija estaba desaparecida.
Ella, junto la “Sapo” y otros más se sumaron al “Taller
de la Amistad”, un lugar donde se daba contención y acompañamiento a los hijos
de compañeros de encierro y los de militancia desparecidos.
-La idea del taller era tender un puente entre la
historia de los padres con la de los hijos-, cuenta el “Sapito” hijo de ambos.
Ya entrados los ´90, el taller dejó de existir. Pero
fruto del mismo nació la agrupación H.I.J.O.S La Plata.
Desde el ´87 trabaja en la Secretaria de Niñez y
Adolescencia de la provincia. Junto al “Sapo” tuvieron una casa de fiestas y guardería
que se llamaba “Burbujas”. Declaró en
los Juicios por la Verdad y aun hoy lo sigue haciendo, mostrando su compromiso
con la verdad, la memoria y la justicia. Cuando se la ve, Perla automáticamente
te transmite alegría, ella siempre está de buen humor y contenta. Hizo de la
militancia un modo de vida, una manera de ver el mundo y una forma de
entenderlo. Perla es eso, Perla es una joya.
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