viernes, 1 de noviembre de 2013

El Mercado

Por Federico Artigau

En el Mercado regional de frutas y verduras de La Plata encuentran trabajo muchas personas que recuperan su libertad. Es muy agotadora la tarea que se realiza, pero muchas veces es la única opción que tienen de insertarse en el mercado laboral.



El predio del Mercado está ubicado en la calle 520 entre 115 y 117. Allí centenares de personas trabajan todos los días. Inmigrantes, productores, vendedores ambulantes y ex presos.


-Acá no importa lo que hiciste antes. Lo que importa es que te banques el laburo, acá se trabaja fuerte-, dice “Gaby” un trabajador del Mercado, que a pesar de su delgadez diariamente carga y descarga camiones con mercadería.

El Mercado se divide en cuatro naves dispuestas en dos hileras de dos. Cada nave es una especie de barraca de aproximadamente unos 300 metros de largo por 150 de ancho que se divide en dos plazas. Cada plaza está atravesada por una calle a lo largo y a los costados están ubicados los distintos puestos de frutas y verduras.

La fisonomía del mercado es bastante parecida a la de una cárcel, todo el predio está rodeado por un alambrado y rejas. En los extremos de las naves hay vigilantes que controlan los movimientos de los vehículos. Las naves son parecidas a un pabellón y los puestos a las celdas. Las paredes son de hormigón armado con techos de chapa muy altos.

Las naves tienen techos de casi 10 metros de chapa tipo tinglado. Entre nave y nave hay dos bufetes con kiosco y dos baños públicos. En estos pasillos que hay entre las naves, y en uno de sus extremos, hay un verdadero shopping donde se puede comprar desde café o mate cocido con torta fritas hasta ropa, ollas, plantas y algunos muebles.

Las puertas al público se abren a las 4:00 horas de lunes a viernes y se cierran a las 9:00 horas. Pero desde las 00:00 están abiertas para los camiones que llegan de distintos lugares del país para abastecer de mercadería a los puestos. Del trabajo de descargar los camiones se encargan los muchachos de carga y descarga, entre los cuales personas que han recuperado su libertad y algunos “changarines” buscan ganarse la vida honestamente.

El trabajo es físico, muy duro y agotador. Se pasa frío en invierno y calor en verano. Pero a veces es la única opción. En este lugar el trabajo no discrimina.

Este lugar tan particular a veces parece un submundo con horarios, colores, olores, sonidos y hasta formas y modismos distintos.



El olor a frutas y verduras invaden el lugar, la cumbia de fondo le da ritmo a las madrugadas y el vocabulario “tumbero” ya es parte del ámbito laboral. Las palabras saltaron los muros y se instalaron en el Mercado que genera un sentido de pertenencia muy grande. Todos los que trabajan ahí lo odian y lo quieren a la vez.

-En el Mercado la pasamos bien. Trabajamos tranquilos, tomamos, mate y nos conocemos todos-, dice Hugo, quien embolsa las ventas en un puesto de hortalizas.

El Mercado muchas veces ayuda a la reinserción, no sólo para los que recuperan su libertad sino también es una forma de brindar un futuro y esperanza a inmigrantes a los cuales se les dificulta conseguir otros trabajos.



    

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