Por
Federico Artigau
En el
Mercado regional de frutas y verduras de La Plata encuentran trabajo muchas
personas que recuperan su libertad. Es muy agotadora la tarea que se realiza,
pero muchas veces es la única opción que tienen de insertarse en el mercado
laboral.
El predio del Mercado
está ubicado en la calle 520 entre 115 y 117. Allí centenares de personas
trabajan todos los días. Inmigrantes, productores, vendedores ambulantes y ex
presos.
-Acá no importa lo que
hiciste antes. Lo que importa es que te banques el laburo, acá se trabaja
fuerte-, dice “Gaby” un trabajador del Mercado, que a pesar de su delgadez
diariamente carga y descarga camiones con mercadería.
El Mercado se divide en
cuatro naves dispuestas en dos hileras de dos. Cada nave es una especie de
barraca de aproximadamente unos 300 metros de largo por 150 de ancho que se
divide en dos plazas. Cada plaza está atravesada por una calle a lo largo y a
los costados están ubicados los distintos puestos de frutas y verduras.
La fisonomía del
mercado es bastante parecida a la de una cárcel, todo el predio está rodeado
por un alambrado y rejas. En los extremos de las naves hay vigilantes que
controlan los movimientos de los vehículos. Las naves son parecidas a un
pabellón y los puestos a las celdas. Las paredes son de hormigón armado con
techos de chapa muy altos.
Las naves tienen techos
de casi 10 metros de chapa tipo tinglado. Entre nave y nave hay dos bufetes con
kiosco y dos baños públicos. En estos pasillos que hay entre las naves, y en
uno de sus extremos, hay un verdadero shopping donde se puede comprar desde café
o mate cocido con torta fritas hasta ropa, ollas, plantas y algunos muebles.
Las puertas al público
se abren a las 4:00 horas de lunes a viernes y se cierran a las 9:00 horas.
Pero desde las 00:00 están abiertas para los camiones que llegan de distintos
lugares del país para abastecer de mercadería a los puestos. Del trabajo de
descargar los camiones se encargan los muchachos de carga y descarga, entre los
cuales personas que han recuperado su libertad y algunos “changarines” buscan
ganarse la vida honestamente.
El trabajo es físico,
muy duro y agotador. Se pasa frío en invierno y calor en verano. Pero a veces
es la única opción. En este lugar el trabajo no discrimina.
Este lugar tan
particular a veces parece un submundo con horarios, colores, olores, sonidos y
hasta formas y modismos distintos.
El olor a frutas y
verduras invaden el lugar, la cumbia de fondo le da ritmo a las madrugadas y el
vocabulario “tumbero” ya es parte del ámbito laboral. Las palabras saltaron los
muros y se instalaron en el Mercado que genera un sentido de pertenencia muy
grande. Todos los que trabajan ahí lo odian y lo quieren a la vez.
-En el Mercado la
pasamos bien. Trabajamos tranquilos, tomamos, mate y nos conocemos todos-, dice
Hugo, quien embolsa las ventas en un puesto de hortalizas.
El Mercado muchas veces
ayuda a la reinserción, no sólo para los que recuperan su libertad sino también
es una forma de brindar un futuro y esperanza a inmigrantes a los cuales se les
dificulta conseguir otros trabajos.
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