Por Gisele Ferreyra
Mirtha Dora Viamonte es Directora de la Escuela de
Psicología Social de La Plata. Colaboró con el programa especial para presos
sociales en la Liga Argentina por los Derechos de Hombre (L.A.D.H.) dentro del
Servicio Penitenciario Nacional entre los años 1996 y 1999. Organizó el
Seminario de derechos humanos y violencia social en el Centro Universitario
Devoto con la titularidad de Eduardo Barcesat en la Unidad Penitenciaria N°2.
Allí brindó asistencia psicosocial a familiares de personas detenidas, coordinó
Grupos de Trabajo con personas de la Tercera Edad privadas de su libertad, Talleres
Terapéuticos en la Unidad Penitenciaria N° 20 Hospital José T. Borda y Grupos
en Seminarios de prevención de H.I.V.
Ella está convencida que la sociedad produce los
síntomas: la pobreza y los delincuentes, para luego castigar y encerrar a quienes los portan. Sostiene que
esta realidad puede mejorar si todos y cada uno contribuyen con su grano de
arena. Mirtha, desde una mirada social intenta provocar un cambio.
-¿En qué consiste tu trabajo?
-Lo mío tiene que ver
más con un trabajo de inclusión social. Yo algunas creencias tengo de que es
posible el retorno.
-¿Trabajaste en cárceles?
-Sí. Fui como Psicóloga
Social, por una experiencia de 4 meses y me quedé trabajando 4 años. Fui a
trabajar con el Centro Universitario de Devoto, es la universidad dentro de la
cárcel. Y había por ese tiempo 3 o 4 carreras y una era sociología. Y nosotros
hicimos un cuatrimestre de la materia: Violencia en los Lugares de Encierro.
Pero en esos cuatro meses abrimos otros frentes, como trabajar con mayores de
60 años, después con la problemática de los mayores de 70, con personas con HIV
y después fui a la Unidad 20 por un preso que había estado y me pidió. No está
más esa Unidad.
-¿Dónde estaba la Unidad 20?
-Estaba en el Borda.
Ahí estaban en su condición de presos, locos y sobre todo su condición de
pobres.
-¿Entonces debemos pensar a la pobreza como
principal problemática?
-Sí. Es una población
de gente pobre. Semánticamente tenemos que pensar: ¿por qué está preso? ¿Por
cometer un delito? Bueno. ¿Qué es delito? ¿Por qué los pagan unos y otros no?
No hablo de toda la población, porque algunos que están detenidos, sí
cometieron delitos graves. Cuando un funcionario roba 10 millones de dólares
dicen que es una desprolijidad y cuando un pobre roba 150 pesos es un chorro y
merece estar en cana. Para mi las dos cosas son delito.
-¿Por qué sucede esto?
-Algunos tienen que
estar presos para que nosotros nos quedemos tranquilos
-¿Cómo definirías al sistema carcelario?
-Es un contra universo
que a uno le cuesta entender y comprender. Es fuerte, es entender una realidad
distinta. Uno tiene una sociedad idealizada, con instituciones idealizadas. Por
ahí yo tengo mi versión muy romántica de las cosas pero me parece que algo se
le escapa de las manos al sistema que no pueden tener un lugar funcional,
humano y reparatorio. Yo creo que, por lo menos, el 80% dela población no
debería estar. Es casi igual que la locura, es como que se castiga el síntoma.
-¿Quién produce el síntoma?
-La sociedad. La
sociedad produce los síntomas, los delincuentes y luego los castiga y los encierra. Y no va a alcanzar ninguna cárcel. Hay otras
salidas que no tienen que ver con la cárcel que se debieran dar antes. Nosotros
trabajamos con lo que ya está. La especialización no es la prevención. Es la
pobreza como delito. Algunos medios te lo venden de esa manera, y entonces vos
vas por ciertos barrios, ves a un morochito, le tenés miedo, y si es pobre no
importa de qué, pero es culpable. Además
si uno lo piensa decís: a ver, ¿qué
robaron? ¿Cómo viven? ¿Qué tienen? ¡Fijate dónde viven! ¿Dónde está todo lo
que robaron? En cambio en los otros se ve, lo ostentan, andan en los super
autos, con la mejor ropa, viven en super casas. La ostentación obscena a veces.
Yo por muchos años no entendía el porqué del robo. Hasta que alguna vez,
escuchándolos a ellos, a los presos, me di cuenta por qué. Ellos no hablan de
salir a robar, hablan de salir a trabajar. Cuando entendí eso, entendí desde
que lugar se manejan. Si para ellos es un trabajo, ¿por qué lo van a dejar de
hacer? No les podés hacer cambiar el concepto.
-¿Y cómo se previenen los síntomas?
-Y bueno, será cuestión
de pensarlo. Pero yo creo que la sociedad fabrica los locos y los delincuentes.
Son nada más que eso: síntomas. El funcionario que roba mucho, ¿por qué no va
preso? Porque tiene plata y poder. Y es el que roba más.
-¿Cómo se producen los síntomas?
-Hay gente que piensa
que está bien, porque es un trabajo. Y porque si a ellos no los respetaron, los
demás piden respeto ¿viste? Pero si a ellos no los respetaron, ¿cómo hace
alguien que no aprendió eso a hacerlo? Por eso digo que las instituciones
gubernamentales provocan esto, porque la pobreza yo creo que es una cuestión
política. Así como la exclusión. Luego atacan ese síntoma y no va a dar
resultado, porque resulta que hay mucho más de lo que estaba previsto.
-¿Quiénes asistían a las clases que daban en las
cárceles?
-Eran viejos presos con
códigos diferentes. Uno tenía como 28 años de estar preso, pero la mayoría
tenía salidas por períodos no muy largos. Ellos decían que no entendían a los
jóvenes. Decían: los chorros de antes
salíamos y era como un trabajo. No robábamos kiosquitos, ni a taxistas, ni a
jubilados. Se avergonzaban de eso. Lo suyo eran otras cosas, como joyerías,
financieras. Les llevaba su tiempo. Entonces no se podían drogar, tenían que
estar muy alertas. Era salir, “trabajar”, no matar y no dejarse agarrar. Y los
pibes ahora, hacen todo al revés: salen a robar, no roban, se drogan, matan y
los agarran porque están drogados. Entonces los presos viejos culpaban a la
droga. Se sentían superiores.
-¿Había buena predisposición para estudiar?
-Sí. Los del Centro
Universitario de Devoto eran como una elite dentro de la cárcel, porque los que
accedían a estudiar, tenían que calificar con varias cosas, no cualquiera
estudiaba. De la población enorme,
estudiaba un porcentaje muy chiquito.
-¿Era un privilegio entonces?
-Exactamente. Entonces
nosotros trabajábamos con el sector de elite de ahí.
-¿En qué consistía el trabajo que ustedes hacían?
-El trabajo fue
interesante porque nos habían convocado del CUV (Centro Universitario Devoto).
Nunca fuimos a los pabellones, nos reuníamos en otros lugares que nos
asignaban. Y el personal se encargaba de traer a la gente que calificaba. Los
hacíamos trabajar en una revistita que se llamaba “Conceptos desde la cárcel”.
Ellos escribían sobre temas de discriminación y violencia. También llevábamos
películas para trabajar.
-¿La publicación salía al exterior de la cárcel?
-Sí, salía una vez por
mes. Después cada 15 días. Dependía de los materiales.
-¿Cómo era tu relación con los presos?
-Buena. Ellos hablan de
la libertad. Es muy gracioso, la gente habla de aquello que no tiene. Algún
detenido decía una vez: yo empecé a
trabajar temprano porque a mí me gusta la libertad, yo me quería liberar de mis
padres. Yo pensaba: Pero estás acá adentro. Y me decía: pero yo soy más libre que cualquier careta. Yo no lo podía comprender. Además pensaba que
yo nunca hablé de libertad y en la cárcel era una constante: todos los
detenidos hablaban de libertad. Cuando hablo de contra universo también digo
que la misma palabra tiene distintos conceptos, eso de la libertad encerrada yo
no lo entendí nunca.
-¿Qué carrera predominaba en la cárcel?
-Lo que más se
estudiaba era Derecho. Eran geniales, porque ellos tenían toda la práctica.
Sabían más que los abogados de la Liga (N del R: Liga
Argentina por los Derechos de Hombre)
con eso te digo todo. ¡No sabés lo
que sabían! Yo siempre dije, si me tiene que defender alguien, que sea uno de
ellos. Nunca vi mentes tan brillantes como esas. También estudiaban Sociología,
Ciencias Económicas y Psicología. Esa población estaba sobre adaptada, no
sabían estar afuera. Por eso estudiaban, eran brillantes, se recibían.
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Poema escrito por un preso del Borda a Mirtha Viamonte. |
-¿Cómo era la relación de los presos con sus
familiares?
-Nosotros trabajábamos
eso: los nexos familiares. Los viejos presos decían: yo elegí esto pero a mi familia no la hago venir acá, porque no tiene
nada que ver. No permitían que la familia les lleve comida, comían lo que
le daban ahí.
-¿Esta diferenciación entre presos viejos y de la
nueva generación habla de un cambio en la sociedad?
-Claro. Así como cambia
la sociedad, van cambiando las formas más que nada. Nunca se puede determinar
un antes y un después con precisión. Foucault decía: cambian las épocas, cambian las formas, pero en realidad lo que nunca
cambia son las torturas y la crueldad a los seres humanos. Siempre hay una
porción de la sociedad que es cruel con la otra. Pero el pobre está más
indefenso. Lo quieren educado, bueno, respetuoso, pero ¿qué le dieron para que
sea todo eso? Zaffaroni, con el cual compartimos algunas cosas, también decía
algo interesante, decía que: si alguien
se tomara el trabajo de sumar todo lo que habían robado los ladrones que
estaban presos y tomaban todo lo que había robado un funcionario en un día, a
veces las cuentas no daban. Si hacés un relevamiento a nivel nacional, el
90% es población pobre la que vive en las cárceles. Lo guardia cárceles también
son pobres.
-¿Por qué?
-Porque
son como gajos del mismo árbol. A veces crecieron en el mismo barrio, la
diferencia es que sólo uno tiene el garrote. Ambos fueron castigados antes de
entrar ahí.
-¿Cuál sería la solución?
-La represión no dio
resultado. La droga, que también creo que es una cuestión política, tampoco.
Para mí era como una forma de exterminio: hay una cantidad de jóvenes que no
deben crecer, pensar, hacer. Porque los jóvenes son los que van a pensar en
nuestro futuro y hay como un establishment que eso no lo va a permitir. Dicen: Mejor que no piensen, entonces les
facilitamos la droga. Los encierran y les dicen que son locos, que son
presos. Hay cosas que no puedo cambiar mucho, pero por lo menos haré mi parte
en tratar de creer, de confiar en que los cambios son posibles y positivos.
También no juzgando y entendiendo. Claro que no me gusta que me roben o
golpeen, me voy a asustar y putear como cualquiera., pero después entiendo por
qué eso es así. Pero hay gente muy facha
que dicen que hay que matarlos y ¿desde qué lugar lo dicen? No hay que condenar
y hay que hacer, es la forma de demostrar las creencias. Uno tiene que hacer su
aporte, porque si no es una cuestión muy omnipotente de uno. Los cambios son
sociales y en un proceso que se va notando con el tiempo. De todos modos, lo
que uno hace es reparar cuestiones, ya sean personales o sociales. Lo
importante es aportar algo positivo y no importa lo que el otro piense,
defiendo mis convicciones. Nuestro tiempo es nuestra vida, si nosotros lo
compartimos con el otro, es un acto generoso que hay que empezar a reconocer.
Si no te quedás muy frustrado. A mí nunca me han pagado por hacer esto. No sé
si está bien o mal, pero siempre fue voluntario. Uno tiene que tener
convicciones muy fuertes para hacer un trabajo por el cual no te pagan. No hay
que esperar que el otro lo haga, hay que hacerlo.
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