viernes, 15 de noviembre de 2013

Un síntoma social

Por Gisele Ferreyra

Mirtha Dora Viamonte es Directora de la Escuela de Psicología Social de La Plata. Colaboró con el programa especial para presos sociales en la Liga Argentina por los Derechos de Hombre (L.A.D.H.) dentro del Servicio Penitenciario Nacional entre los años 1996 y 1999. Organizó el Seminario de derechos humanos y violencia social en el Centro Universitario Devoto con la titularidad de Eduardo Barcesat en la Unidad Penitenciaria N°2. Allí brindó asistencia psicosocial a familiares de personas detenidas, coordinó Grupos de Trabajo con personas de la Tercera Edad  privadas de su libertad, Talleres Terapéuticos en la Unidad Penitenciaria N° 20 Hospital José T. Borda y Grupos en Seminarios de prevención de H.I.V.



Ella está convencida que la sociedad produce los síntomas: la pobreza y los delincuentes, para luego castigar  y encerrar a quienes los portan. Sostiene que esta realidad puede mejorar si todos y cada uno contribuyen con su grano de arena. Mirtha, desde una mirada social intenta provocar un cambio.


-¿En qué consiste tu trabajo?

-Lo mío tiene que ver más con un trabajo de inclusión social. Yo algunas creencias tengo de que es posible el retorno.

-¿Trabajaste en cárceles?

-Sí. Fui como Psicóloga Social, por una experiencia de 4 meses y me quedé trabajando 4 años. Fui a trabajar con el Centro Universitario de Devoto, es la universidad dentro de la cárcel. Y había por ese tiempo 3 o 4 carreras y una era sociología. Y nosotros hicimos un cuatrimestre de la materia: Violencia en los Lugares de Encierro. Pero en esos cuatro meses abrimos otros frentes, como trabajar con mayores de 60 años, después con la problemática de los mayores de 70, con personas con HIV y después fui a la Unidad 20 por un preso que había estado y me pidió. No está más esa Unidad.

-¿Dónde estaba la Unidad 20?

-Estaba en el Borda. Ahí estaban en su condición de presos, locos y sobre todo su condición de pobres.

-¿Entonces debemos pensar a la pobreza como principal problemática?

-Sí. Es una población de gente pobre. Semánticamente tenemos que pensar: ¿por qué está preso? ¿Por cometer un delito? Bueno. ¿Qué es delito? ¿Por qué los pagan unos y otros no? No hablo de toda la población, porque algunos que están detenidos, sí cometieron delitos graves. Cuando un funcionario roba 10 millones de dólares dicen que es una desprolijidad y cuando un pobre roba 150 pesos es un chorro y merece estar en cana. Para mi las dos cosas son delito.

-¿Por qué sucede esto?

-Algunos tienen que estar presos para que nosotros nos quedemos tranquilos

-¿Cómo definirías al sistema carcelario?

-Es un contra universo que a uno le cuesta entender y comprender. Es fuerte, es entender una realidad distinta. Uno tiene una sociedad idealizada, con instituciones idealizadas. Por ahí yo tengo mi versión muy romántica de las cosas pero me parece que algo se le escapa de las manos al sistema que no pueden tener un lugar funcional, humano y reparatorio. Yo creo que, por lo menos, el 80% dela población no debería estar. Es casi igual que la locura, es como que se castiga el síntoma.

-¿Quién produce el síntoma?

-La sociedad. La sociedad produce los síntomas, los delincuentes y luego los castiga  y los encierra.  Y no va a alcanzar ninguna cárcel. Hay otras salidas que no tienen que ver con la cárcel que se debieran dar antes. Nosotros trabajamos con lo que ya está. La especialización no es la prevención. Es la pobreza como delito. Algunos medios te lo venden de esa manera, y entonces vos vas por ciertos barrios, ves a un morochito, le tenés miedo, y si es pobre no importa de qué, pero es culpable.  Además si uno lo piensa decís: a ver, ¿qué robaron? ¿Cómo viven? ¿Qué tienen? ¡Fijate dónde viven! ¿Dónde está todo lo que robaron? En cambio en los otros se ve, lo ostentan, andan en los super autos, con la mejor ropa, viven en super casas. La ostentación obscena a veces. Yo por muchos años no entendía el porqué del robo. Hasta que alguna vez, escuchándolos a ellos, a los presos, me di cuenta por qué. Ellos no hablan de salir a robar, hablan de salir a trabajar. Cuando entendí eso, entendí desde que lugar se manejan. Si para ellos es un trabajo, ¿por qué lo van a dejar de hacer? No les podés hacer cambiar el concepto.

-¿Y cómo se previenen los síntomas?

-Y bueno, será cuestión de pensarlo. Pero yo creo que la sociedad fabrica los locos y los delincuentes. Son nada más que eso: síntomas. El funcionario que roba mucho, ¿por qué no va preso? Porque tiene plata y poder. Y es el que roba más.

-¿Cómo se producen los síntomas?

-Hay gente que piensa que está bien, porque es un trabajo. Y porque si a ellos no los respetaron, los demás piden respeto ¿viste? Pero si a ellos no los respetaron, ¿cómo hace alguien que no aprendió eso a hacerlo? Por eso digo que las instituciones gubernamentales provocan esto, porque la pobreza yo creo que es una cuestión política. Así como la exclusión. Luego atacan ese síntoma y no va a dar resultado, porque resulta que hay mucho más de lo que estaba previsto.

-¿Quiénes asistían a las clases que daban en las cárceles?

-Eran viejos presos con códigos diferentes. Uno tenía como 28 años de estar preso, pero la mayoría tenía salidas por períodos no muy largos. Ellos decían que no entendían a los jóvenes. Decían: los chorros de antes salíamos y era como un trabajo. No robábamos kiosquitos, ni a taxistas, ni a jubilados. Se avergonzaban de eso. Lo suyo eran otras cosas, como joyerías, financieras. Les llevaba su tiempo. Entonces no se podían drogar, tenían que estar muy alertas. Era salir, “trabajar”, no matar y no dejarse agarrar. Y los pibes ahora, hacen todo al revés: salen a robar, no roban, se drogan, matan y los agarran porque están drogados. Entonces los presos viejos culpaban a la droga. Se sentían superiores.

-¿Había buena predisposición para estudiar?

-Sí. Los del Centro Universitario de Devoto eran como una elite dentro de la cárcel, porque los que accedían a estudiar, tenían que calificar con varias cosas, no cualquiera estudiaba.  De la población enorme, estudiaba un porcentaje muy chiquito.

-¿Era un privilegio entonces?

-Exactamente. Entonces nosotros trabajábamos con el sector de elite de ahí.

-¿En qué consistía el trabajo que ustedes hacían?

-El trabajo fue interesante porque nos habían convocado del CUV (Centro Universitario Devoto). Nunca fuimos a los pabellones, nos reuníamos en otros lugares que nos asignaban. Y el personal se encargaba de traer a la gente que calificaba. Los hacíamos trabajar en una revistita que se llamaba “Conceptos desde la cárcel”. Ellos escribían sobre temas de discriminación y violencia. También llevábamos películas para trabajar.

-¿La publicación salía al exterior de la cárcel?

-Sí, salía una vez por mes. Después cada 15 días. Dependía de los materiales.

-¿Cómo era tu relación con los presos?

-Buena. Ellos hablan de la libertad. Es muy gracioso, la gente habla de aquello que no tiene. Algún detenido decía una vez: yo empecé a trabajar temprano porque a mí me gusta la libertad, yo me quería liberar de mis padres. Yo pensaba: Pero estás acá adentro. Y me decía: pero yo soy más libre que cualquier careta.  Yo no lo podía comprender. Además pensaba que yo nunca hablé de libertad y en la cárcel era una constante: todos los detenidos hablaban de libertad. Cuando hablo de contra universo también digo que la misma palabra tiene distintos conceptos, eso de la libertad encerrada yo no lo entendí nunca.

-¿Qué carrera predominaba en la cárcel?

-Lo que más se estudiaba era Derecho. Eran geniales, porque ellos tenían toda la práctica. Sabían más que los abogados de la Liga (N del R: Liga Argentina por los Derechos de Hombre) con eso te digo todo. ¡No sabés lo que sabían! Yo siempre dije, si me tiene que defender alguien, que sea uno de ellos. Nunca vi mentes tan brillantes como esas. También estudiaban Sociología, Ciencias Económicas y Psicología. Esa población estaba sobre adaptada, no sabían estar afuera. Por eso estudiaban, eran brillantes, se recibían.

Poema escrito por un preso del Borda a Mirtha Viamonte.


-¿Cómo era la relación de los presos con sus familiares?

-Nosotros trabajábamos eso: los nexos familiares. Los viejos presos decían: yo elegí esto pero a mi familia no la hago venir acá, porque no tiene nada que ver. No permitían que la familia les lleve comida, comían lo que le daban ahí.

-¿Esta diferenciación entre presos viejos y de la nueva generación habla de un cambio en la sociedad?

-Claro. Así como cambia la sociedad, van cambiando las formas más que nada. Nunca se puede determinar un antes y un después con precisión. Foucault decía: cambian las épocas, cambian las formas, pero en realidad lo que nunca cambia son las torturas y la crueldad a los seres humanos. Siempre hay una porción de la sociedad que es cruel con la otra. Pero el pobre está más indefenso. Lo quieren educado, bueno, respetuoso, pero ¿qué le dieron para que sea todo eso? Zaffaroni, con el cual compartimos algunas cosas, también decía algo interesante, decía que: si alguien se tomara el trabajo de sumar todo lo que habían robado los ladrones que estaban presos y tomaban todo lo que había robado un funcionario en un día, a veces las cuentas no daban. Si hacés un relevamiento a nivel nacional, el 90% es población pobre la que vive en las cárceles. Lo guardia cárceles también son pobres.

-¿Por qué?

-Porque son como gajos del mismo árbol. A veces crecieron en el mismo barrio, la diferencia es que sólo uno tiene el garrote. Ambos fueron castigados antes de entrar ahí.

-¿Cuál sería la solución?


-La represión no dio resultado. La droga, que también creo que es una cuestión política, tampoco. Para mí era como una forma de exterminio: hay una cantidad de jóvenes que no deben crecer, pensar, hacer. Porque los jóvenes son los que van a pensar en nuestro futuro y hay como un establishment que eso no lo va a permitir. Dicen: Mejor que no piensen, entonces les facilitamos la droga. Los encierran y les dicen que son locos, que son presos. Hay cosas que no puedo cambiar mucho, pero por lo menos haré mi parte en tratar de creer, de confiar en que los cambios son posibles y positivos. También no juzgando y entendiendo. Claro que no me gusta que me roben o golpeen, me voy a asustar y putear como cualquiera., pero después entiendo por qué eso es así. Pero hay gente muy facha que dicen que hay que matarlos y ¿desde qué lugar lo dicen? No hay que condenar y hay que hacer, es la forma de demostrar las creencias. Uno tiene que hacer su aporte, porque si no es una cuestión muy omnipotente de uno. Los cambios son sociales y en un proceso que se va notando con el tiempo. De todos modos, lo que uno hace es reparar cuestiones, ya sean personales o sociales. Lo importante es aportar algo positivo y no importa lo que el otro piense, defiendo mis convicciones. Nuestro tiempo es nuestra vida, si nosotros lo compartimos con el otro, es un acto generoso que hay que empezar a reconocer. Si no te quedás muy frustrado. A mí nunca me han pagado por hacer esto. No sé si está bien o mal, pero siempre fue voluntario. Uno tiene que tener convicciones muy fuertes para hacer un trabajo por el cual no te pagan. No hay que esperar que el otro lo haga, hay que hacerlo.

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