Por Federico Pujol
No quiere perder el trabajo que tanto le costó conseguir,
está nervioso y con miedo. Cinco años en prisión le hicieron pensar en el
futuro. Por cuestiones de seguridad laboral pidió que su identidad sea
reservada.
-Tengo 28 años y estuve detenido cinco, comienza la
conversación que pidió que no se extienda por más diez minutos, él tiene que
volver al trabajo.
Flaco pero robusto, rubio de ojos color café que esconde
detrás de unos anteojos negros. Su brazo derecho está tatuado. Fuma mucho, está
impaciente.
Desde que recuperó su libertad le resultó difícil salir a la
calle, estaba solo. Todos los que conocía estaban presos o muertos por
enfrentarse entre ellos o con la policía.
-Busque trabajo desde que salí, conseguí en un lavadero
de autos y después acá.
Al saber que había estado detenido la mayoría de los
empleadores prometían llamarlo, pero nunca lo hacían.
-Te jode querer hacer las cosas bien y que nadie te dé la
chance. No los culpo igual, no sé qué haría yo en su lugar.
Es padre de un hijo, al cual educa para que no cometa sus
errores.
-No quiero que salga a robar, quiero poder darle todo, dice
acariciando el nombre de su hijo tatuado en su piel.
Mira la hora en su celular por cuarta vez en menos de
cinco minutos, sabe que tiene que volver a su trabajo si no quiere tener
problemas.
-De chico nunca me imagine que iba a caer, siempre anduve
en esa movida. Ahora pienso que no es la mejor y que no quiero que mi hijo pase
por ahí.
Su hijo tiene siete años, va a primer grado y juega al
fútbol. Tenía 5 meses cuando quedó detenido. Hoy lo lleva todos los días a la
escuela.
-Es un genio, creo que la fuerza que tengo es gracias a
él. No quiero que estemos separados ni un día.
Pasa un patrullero y hace sonar la sirena, se sobresalta
y se pone de espalda.
-No los puedo ver cobanis
putos. Dice mientras vuelve a mirar su celular nuevamente.
Escucha un grito, levanta la vista y saluda. Con el paso
del tiempo se relajó, los nervios quedaron atrás pero sigue apurado.
-Quiero que los chicos jóvenes se den cuenta que esa no
es la salida, es difícil conseguir trabajo, pero es mucho más digno que robar.
Pasaron 10 minutos, llegó la hora de irse.
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